Le llaman el síndrome del cautiverio. La antigua disputa metafísica del alma encerrada en un cuerpo que no es capaz de liberarse hasta el momento de su muerte. La pesadilla de salvarse de la muerte y quedar con unas gotas de vida debe ser uno de los peores sufrimientos de un ser humano. La actividad de la mente y el pensamiento a velocidad máxima pueden pasar a experiencias de vida de un alto nivel de reflexión y sensibilidad, dejando de lado la activada corporal, a velocidad mínima más por resignación que por voluntad propia.
La escafandra y la mariposa o El llanto de la mariposa (Julian Schnabel, 2007, USA/ Francia) es una historia está basada en la novela autobiográfica Jean-Dominique Bauby y como reza su sinopsis: “En 1995 a la edad de 43 años, Jean-Dominique Bauby, carismático redactor jefe de la revista francesa Elle, sufrió una embolia masiva. Salió del coma tres semanas más tarde y se descubre que es víctima del "síndrome de cautiverio "; está totalmente paralizado, no puede moverse, comer, hablar ni respirar sin asistencia. Su mente funciona con normalidad y sólo es capaz de comunicarse con el exterior mediante el parpadeo de su ojo izquierdo. Forzado a adaptarse a esta única perspectiva, Bauby crea un nuevo mundo a partir de las dos cosas sobre las que conserva el control: su imaginación y su memoria. En un hospital de Berk-Sur-Mer, le enseñan un código usando las letras más comunes del alfabeto utilizando el parpadeo de su ojo izquierdo. Mediante este parpadeo, y con la ayuda de los doctores del hospital es capaz de deletrear letra a letra concienzudas palabras, frases y párrafos. Mediante este método es capaz de dictar una profunda aventura dentro del psique humano. Este método es capaz de abrir la prisión que resulta su cuerpo (la escafandra) permitiéndole planear sin límites el reino de la libertad (la mariposa)”
La relación sujeto-objeto queda manifiesta en esta dura experiencia que desde el cine nos lleva a una profunda reflexión del valor no sólo de la vida, sino de la vida plena y un tercero lleno de irresponsabilidad la arrebata sin el menor peso de conciencia.
Me cuesta creer que se diga con tanta alegría “patria, socialismo o muerte”, entiendo que la política necesite de frases para elevar el ánimo, pero la semántica y la hermenéutica no pertenecen a la arenga sino al análisis del discurso. La política es altanamente fanática y el fanatismo nos puede llevar a actos sin conciencia plena. La muerte no puede ser un lema político, es una noción que se remite a la poesía como metáfora, a la literatura como representación.
Pasan los días y el caso Salvador Cabañas se reduce a la intimidad familiar y médica. El hecho en sí ha dejado de ser novedad y ha pasado a la sección de “noticias varias”, ha entrado a la dualidad de la escafandra y la mariposa, como Luis Fernando Montoya en Colombia o el Negro Cáceres en Argentina, que aparecieron una vez más en los medios, como noticia coincidente que por su resistencia a la vida, por formar parte del mismo móvil de la inseguridad que se pasea por toda América Latina, dejándonos claro que el fútbol no es cosa únicamente de un campo de juego como piensan algunos.
Los parte médicos son fríos y su lenguaje no goza del calor de la poesía. Dicen: “estable”, “fuera de peligro”, pero se remiten sólo al estado físico. El estado anímico es cosa de los familiares, donde los suspiros, las lágrimas y el clamor por esperar esa extraña experiencia máxima de la fe que llaman “milagro”. Algo queda claro, sus vidas dentro del campo de fútbol han finalizado. Veremos qué pasa.
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