Juego de todos; juego de niños. La pelota, el terreno, los jugadores y la invisible pasión a este deporte recorren las cincuenta y tres anécdotas que recoge el libro Historias de fútbol de Maén Puerta (Alfaguara, 2008, 63 p.)
Para nadie es secreto que en los últimos años la escritura, la reflexión y la expresión literaria abordan el tema del fútbol con frecuencia y desde muchas perspectivas y estilos: Mario Benedetti (El césped), Jorge Valdano (Cuentos de fútbol), Eduardo Galeano (Fútbol a sol y sombra), Juan Villoro (Dios es redondo), Osvaldo Soriano (El penalti más largo del mundo), Manuel Vázquez Montalbán (Fútbol), Vladimir Dimitrijevic (La vida es un balón redondo), Franklin Foer (El mundo en un balón), Roberto Fontanarossa (Área 18), Víctor Bravo (Dios es redondo) y Mauricio Navia (Fútbol estética y filosofía). Estos dos últimos coincidieron con artículos en la desaparecida revista Ángulos (Mérida, Nº 14, 2007), en un especial de fútbol en el marco de la Copa América.
Como vemos, periodistas, cronistas, escritores, intelectuales en general, abordan el fútbol, la variedad de enfoques- como los arriba señalados- pasa desde relatos de ficción, novelas, acercamientos teóricos hasta crónicas detalladas de sucesos de este deporte: desde lo social, lo lúdico, desde la trama que se teje en el campo de juego, hasta las alegrías y tristezas del campo de batalla en la calle, en los puestos de periódicos, en la televisión. La digresión viene al caso porque pareciera que escribir de fútbol es cosa de adultos y para adultos; se olvidan de los lectores infantiles, quienes también forman parte de toda esta pasión lúdica.
Si el fútbol es de aplausos, Historias de fútbol debe recibirlos. Su título es tan atractivo y directo como cada uno de sus relatos. Muchas historias se pasean por un glosario particular; quien practica, lo observa o lo critica, entenderá que cada historia apunta a narrar de forma explícita una noción futbolística: gooooool, la banca, la taquilla, la copa, el árbitro, mi trofeo, un gol de arco a arco, la pasión, ¡una gambeta de futbolista!, entre otros. El joven lector –como el grande-, sin duda disfrutará de la riqueza de un lenguaje que le pertenece, lo conoce y lo reconoce sin ser un especialista, sin ser un practicante disciplinado; es un lector que lleva la intención de buscar la compresión del sencillo, aunque paradójicamente inentendible efecto del fútbol.
Desde las estructuras narrativas Historias de fútbol se pasea por distintas vías: la anécdota que explica el adulto (abuelo, tío, tía, padre) al niño, es la más abundante. También aparece el narrador infantil que desde su competencia va explicando y explicándose el juego y sus facetas desde el lenguaje, así como las frases que se construyen alrededor de este deporte.
Los espacios recurrentes, además de la cancha, será la indeterminación de “el pueblo”, como espacio nostálgico y generador de las historias, como si desde “el pueblo” se fueran desgajando cada uno de los relatos, en un inventario tan local como universal: el cemento, alguien se lo llevó, sin cal, la fiesta, el maravilla, el cementerio de los elefantes, todo por el fútbol, viene el circo, una gloria, entre otros.
Historias de futbol combate en alguna medida la fuerte presencia de las imágenes en los niños de hoy y contribuye a levantar el devaluado oficio de leer, o en todo caso colabora con impulsar el mismo, rebasando la construcción de la palabra, para abrirse a la contemplación, fascinación y la compresión del juego en sí. Veremos qué pasa.
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