Es un estado de guerra desde lo deportiva. La despedida de la selección chilena transmitida en vivo por TV Chile brindaba esa escena singular: más de dos mil personas esperando el autobús de su selección, la gente cantando, en una euforia masiva radicalmente nacionalista.
El autobús estampado con pequeños, pero cientos de logos de Coca Cola, atravesó en la noche de Santiago las avenidas de la capital. En el recorrido, todo en vivo por la televisión se veía la gente con banderas o simplemente saludando a un grupo de sujetos que apenas asoman sus caras y lo que suponen son sus representantes nacionales que amanecerían al día siguiente en otro continente.
Viajaba el autobús como ave en busca de su nido: al aeropuerto, allí estaban, algunos miles, obstaculizando todo, a punto de romper el control de los agentes de seguridad. Brevemente comienzan a bajarse los jugadores, apenas aprecian aquel bullicioso ambiente. La música melancólica de despedida la emitía una banda militar. Los periodistas se resignaban a ver pasar a sus héroes nacionales sin poder sacarles grandes palabras.
Minutos antes, desde el interior del autobús, con aire frío y silencioso, los jugadores seguramente comentaban lo que veían: alguna mujer bonita, descifraban los textos de pancartas y carteles, fotografías, gente adulta con miradas de esperanza, desde adentro de ese autobús solo veían gestos, el ruido y la algarabía es cosa de la calle, la selección sólo tiene derecho al sombro, a la sonrisa, al saludo y a esa responsabilidad en forma de despedida.
En cierta medida no entienden nada, es como si eso no fuera con ellos, saben que entre cada rostro y ellos hay una muralla invisible, que no pueden estar juntos aunque estén tan cerca.
Después que ingresaron al aeropuerto, la masa chilena comenzó a cantar su himno nacional, y en un encuentro social y nacional, la banda que antes entonaba una melódica, aburrida y melancólica música, ahora comenzaba a acompañar el canto de guerra que es realmente lo que pretende todo himno nacional.
En ese orgasmo del sentimiento deportivo, confundido entre los gritos a los héroes, al amor del espacio imaginario llamado patria, ahora con atavíos de jugadores de fútbol, como héroes designados se irían, se despedían, volarían, atravesarían el océano.
Los chilenos, como cada una de las selecciones que estarán en el Mundial, en todos los mundiales, en mayor o menor medida, han sorteado un evento similar: la despedida.
Los chilenos, como cada una de las selecciones que estarán en el Mundial, en todos los mundiales, en mayor o menor medida, han sorteado un evento similar: la despedida.
Será solo cuestión de días para verlos regresar. En la medida en que el regreso se retrase, el encuentro con la gloria estará más cerca. Paradójicamente es una despedida que añora el regreso tardío.
Los héroes están signados por un destino irreversible, en el tránsito a la victoria cultural estarán los obstáculos a vencer, los que medirán sus fuerzas, construíran el rasgo del héroe que es su valor, su entrega a su destino desde el juego, desde el fútbol. Veremos qué pasa.
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