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Crónicas y series fotográficas de José Alexander Bustamante

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1.14.2010

En Alemania se mueven más.


La frase pertenece a Remon Izkieta “Toño”, un viajero vasco, trabajador en una planta metalúrgica en Pamplona. Mientras conversábamos en la calle principal (la única) de Los Nevados el 31 de diciembre del año pasado, nosotros íbamos a recibir el año en la pequeña población andina, él daba un paseo de un día. “En Alemania viajan más”, pensé que podría ser la frase exacta. “Moverse” en el Caribe implica una connotación erótica. En todo caso la frase apuntaba que en Alemania como en Inglaterra, son los dos países de Europa donde los fanáticos se desplazan más para acompañar a sus equipos. En el caso de Toño, cuenta con un gran amigo alemán con quien ha viajado por buena parte de Europa en turismo futbolero. Toño es socio activo del Osasuna de Pamplona y debe pagar 350 euros al año.



El sol del medio día nos arrimó a una sombra de la estrecha y empedrada calle. Recostados a una pared blanca que nos hacia rememorar un pasado lejano entre el ruido de las motos y el paso de algunos caballos nos daban un extraño contraste. Digamos que Toño está a muerte con el Osasuna, le agradece al mexicano Javier Aguirre el éxito del equipo, nos daba detalles del pequeño estadio ahora llamado Reino de Navarra y que se perdería el encuentro que en una semana jugaría su equipo con el Real Madrid y que para su fortuna quedó empatado.


La Bombonera en Buenos Aires, el Bernabéu, el San Siro han sido algunos de sus viajes. Con el Osasuna fue hasta Turquía en aquella temporada en que llegó hasta instancias finales donde quedó eliminado por el Sevilla de Juan de Ramos.

Pero la conversación no comenzó tan fluida. Antes, mientras cruzábamos las primeras palabras y al saber que era vasco le pregunté si apoyaba a ETA. Como tenía la certeza de no verlo nunca más, y no todos los días tengo la posibilidad de hablar con un vasco pues me atreví a la pregunta. Su respuesta fue contundente: No, luego agregó que no hablaba vasco. Por fortuna el fútbol los desvió de la ideología política (hace un año en el estado Bolívar conocí a Iñigo, un voluntario vasco. Cuando le pregunté si era español, me dijo que no, que él era vasco, después me confesó su apoyo a ETA, pero esa es otra historia y nunca la revelaré).

Me despedí de Toño, le pedí su correo y autorización para poner su nombre en está columna, asintió con alegría. Tal vez pensó que no escribiría el encuentro, con tantos turistas en Los Nevados puede pensarse que lo fortuito se olvida, los correos se intercambian como una formalidad y es que nos esperaría este año nueva gente, nuevas historias que convergen en aquel lugar tan alto, frío y pequeño, puedo hacer una lista sin revelar secretos comprometedores: una madre con su hijo huyendo de una ruptura familiar con quien nos dimos el abrazo en la plaza del pueblo esa noche. Una familia que llevó ropa usada para regalarles a los niños del pueblo (en una muestra extraña de sensibilidad social de la clase media). Una familia de Caracas integrada por padre, madre e hija que se refugiaron en las montañas para alejarse del recuerdo de un hijo muerto hace cuatro meses en un accidente de tránsito. Una familia de Valencia que se iría al día siguiente obstinada porque en el pueblo no hay nada qué hacer (entiéndanse bares, centros comerciales y toda la cultura Sambil). Una pareja gay que salió a escondidas desde Caracas directo a Los Nevados para ser felices sin señalamientos sociales. Un francés con cámara en mano que hacia un registro de todas las aves tropicales. Y nosotros de quienes no daré detalles. Veremos qué pasa.


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