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Crónicas y series fotográficas de José Alexander Bustamante

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8.04.2010

El fútbol y los toros


En momentos absolutamente lúdicos el fútbol entona el “olé… olé”. Un préstamo eufórico de la siempre controversial fiesta taurina[1]. La curiosidad del espectáculo une al fenómeno mundial con la curiosidad regional de los toros: los “olé” se cantan en algunos pasajes, un momento de encuentro entre los asistentes y los jugadores.
Juan Nuño, filósofo y crítico de cine español/venezolano publicó aquel memorable artículo titulado: El fútbol, la muerte y los toros donde analizaba las particularidades de las dos actividades unidas por el coro del “olé”.
El canto sale de las tribunas cuando uno de los dos contrincantes (el torero o el equipo que gana, golea y juega bien) domina la escena y falta poco para la culminación de la jornada.
El canto del “Olé” en el fútbol es un deleite al juego y una manera de demostrar la superioridad al rival que está al frente, por el contrario en los Toros, es el anunció de la muerte del animal, lejos de ser arte, es un ritual primitivo.


Queda claro que existe una fuerza cultural que se resiste al sospechoso acto de la vida y la muerte de la llamada “fiesta brava”. Por eso no es poca cosa que la legislación descentralizada de Cataluña haya prohibido esta actividad que suele adjudicarse a toda España.
Curiosamente en momentos de nacionalismo, descolonización y revolución, (que no es lo mismo aunque compartan conceptos), llama la atención que los Toros persisten en el tiempo en muchas ciudades venezolanas como  una actividad tan colonial como la esclavitud. Nos retrocede culturalmente a no menos de cuatrocientos años.
Como toda actividad cultural, en el caso de los Toros, era un entretenimiento campestre que desde las plazas de los pueblos se popularizó el enfrentamiento hombre-bestia, como los rituales funerarios griegos que evolucionaron hasta lo que llamamos juegos Olímpicos (basta con leer la Ilíada).
En el deporte o en el arte no se debe matar a nadie durante el espectáculo, que es el punto neurálgico del debate respecto a los Toros: la muerte del animal.


Los Toros se asemejan más al circo romano y al circo medieval europeo. El hombre y el animal en un particular espectáculo para la masa. Sabemos que el acto de muerte del antiguo imperio romano era un entretenimiento primitivo.
La popularidad de los Toros está limitada a una zona geográfica del España, Francia, Portugal y América Latina, lo que los convierte más en una “curiosidad” que en un fenómeno cultural, atractivo al turismo, una curiosidad que roza el campo de la antropología que se enfoca al estudio de sociedades tribales, que desde lo económico beneficia a un grupo de familias que han hecho de la cría y venta de toros de lidia una actividad comercial. Veremos qué pasa.


[1] Tauromaquia,  carnicería taurina o un acto primitivo de la muerte para saciar el frenesí demoledor y destructivo que lleva el hombre en sus entrañas.


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