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Crónicas y series fotográficas de José Alexander Bustamante

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8.05.2010

Las reinas del petróleo


A comienzos de los años ochenta del siglo pasado, Venezuela  comenzó a ser noticia porque sus mujeres ganaban certámenes de belleza (sin mencionar las telenovelas, donde las mises sustituirán el talento de las actrices). Por eso los paralelismos históricos contribuyen a enriquecer la conciencia crítica.
Aquella era una época de petróleo caro (recuerden la guerra entre Irán- Irak), casualmente vivíamos con gobiernos que compraban muchos armamentos e importaban mucha comida y artefactos de consumo masivo de todo tipo.
Venezuela fue el primer país de América Latina en comprar una gran flota de aviones F-16 para defenderse de una guerra imaginaria, una inversión millonaria. Hoy son aviones que están a punto de ser objetos de un museo o chatarra. Derroche confundido con inversión. Cada compra de armas es un desperdicio.


De las reinas de belleza salieron los nombres de los barcos petroleros: Pilin León, Irene Sáez, Bárbara Palacios y otras hermosas mujeres. Luego del paro petrolero, llegó el fin de ese reinado por los mares y los barcos fueron bautizados con nombres que intentan reivindicar la historia del país.
            Desde el canon posmoderno de la belleza; sobre las mujeres del Caribe se ha construido un modelo de la belleza desde el mestizaje, donde las venezolanas han sido privilegiadas y la cirugía estética ha dado aportes maravillosos.
Los certámenes de belleza se convirtieron en ese escenario. Pasaron de ser una actividad casi folclórica, un concepto ingenuo de la competencia, una actividad pintoresca digna de una fiesta agraria de una comunidad, un pueblo y se convirtió en algo que cuesta creer: el orgullo nacional.


Un concurso de belleza es lo más alejado a una experiencia erótica, aplicando la idea de Bataille. Y se aleja aún más de la idea de la moda. Todo lo contrario, el mundo refinado del vestido los ve como una actividad de mal gusto, las mises son “top model exprés”. Muchas ni siquiera saben caminar por una pasarela o un escenario. Es el “sueño sensacional”, es un show para un público que carece de conciencia crítica, es el triunfo de un país que no produce pocas ideas, descubrimientos científicos, baluartes deportivos, intelectuales o artísticos que merezcan un reconocimiento al esfuerzo.
Desde otro punto de vista, un certamen de belleza eclipsa la capacidad de triunfo y logros que puede ofrecer una sociedad al mundo.
La belleza de una mujer es caricaturizada con estos certámenes, como es patética la cultura con las fiestas de toros, o vemos como el deporte se aleja de su esencia con el boxeo, el hipismo o el automovilismo.
Un certamen de belleza para una sociedad sin conciencia crítica es como darle un valor universal a un campeonato mundial de Bolas Criollas. No hay  que confundir el divertimento con la capacidad creadora, ni la banalidad con el éxito, ni la belleza con lo fugas.
Desde un nivel sociológico el triunfo de un certamen de belleza en Venezuela genera en la sociedad una alegría digna de un premio Nobel, un Mundial de Fútbol o cualquier logro nacional, no desde el esfuerzo profesional sino desde la explotación de un atributo físico (remodelado por la cirugía), una suerte de petróleo visual, la riqueza de la naturaleza.
No deja de ser una curiosidad, digna de una nota de prensa, alguna entrevista por televisión, ver una mujer hermosa que se cree la más linda del universo, o se lo hacen creer, como si el universo fuera del tamaño de un escenario de televisión. Como si el concepto de la belleza fuese una franquicia de un magante norteamericano. Veremos qué pasa.


2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Por fin alguien escribe con inteligencia acerca del tema... y no se deja llevar por los medios.

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