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Crónicas y series fotográficas de José Alexander Bustamante

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7.29.2010

Secuestro express


Cuando Alex Aach recibió de Carlos un pequeño papel con su número de teléfono en Venezuela, nunca pensó que aquel casi insignificante encuentro, el último día del festival de cine en Polonia, sería trascendental en su llegada a Caracas. Si bien la historia suena a comienzo de relato de García Márquez, el hecho en sí, es mucho más que una crónica diaria, que un evento de realismo mágico, es un testimonio.
En la posada de Los Nevados, después de la cena de fin de año, en la mesa contigua estaba Alex (el tocayo) y su novia italiana; Carmen, entablamos la típica conversación de viajeros: de dónde vienen, a dónde van, cuánto tiempo en Venezuela, porqué Venezuela, ya saben, desde cuando en Mérida, algo de fútbol.
Eran de Luxemburgo, donde no tienen liga de fútbol profesional, de manera que la conversación giró con rapidez a los campos de la cultura: primero la literatura y luego el cine, ya que Alex, el tocayo, es director de fotografía en el cine europeo.
Hice una pregunta de rigor: ¿has tomados muchas fotos? , claro, director de fotografía (ha trabajado con Jean-Claude van Damme, Gérard Depardieu, entre otros), supuse que estaba registrando todo el color de los andes tropicales.

Después de su respuesta, tuve no sólo una gran vergüenza, sino salió de mi un extraño brote de sentimiento nacional[1],  cuando palpamos por medios de otros testimonios las miradas las realidades que retratan la vida interna venezolana: la inseguridad, una de ellas.
En su arribo a Venezuela, Alex y Carmen, después de salir del aeropuerto de Maiquetía, recibieron el viento fresco del mar Caribe y luego tomaron un taxi “acreditado” desde ese terminal aéreo. Ya en Caracas (una caricatura de capital), el taxista decide llenar el tanque de gasolina. Sorpresa: las puertas traseras son abiertas sorpresivamente, dos hombres armados en complicidad con el taxista, uno por cada lado y pistola en mano dicen las palabras mágicas del terror: “esto es un atraco, sus vidas están en nuestras manos”, después del pánico inicial, como es lógico, sacaron sus billeteras, los pasearon de cajero en cajero, robaron lo que pudieron, y después de dos eternas horas por las calles de la desteñida Caracas los arrojaron, en sentido literal, frente al terminal de La Bandera, donde, como siempre, alguien amable les prestó una tarjeta telefónica y Alex, ahora el recién robado, pudo sacar aquel papelito que le habían dado en Polonia y llama a Carlos, quien sería el salvador de esta pareja de turistas que pisaban por primera nuestro país.
Acostados en los chinchorros de la posada, Alex, seguía contando los detalles. Carmen por su parte, aclaraba algunos pasajes del suceso, del pánico de esa primera impresión de “la capital del cielo”.
Nosotros, indignados, nos hicimos amigos de paseo: viaje al río, un almuerzo amistoso en Mérida, algo familiar, intentando hacer el trabajo de diplomáticos empíricos, lavando la imagen del mal país, y en espacial de su capital, maltrecha por la inseguridad (lo nuestro es un problema de organización, más que político).
Las estadísticas fallan –y mienten- cuando se trata de inseguridad en Venezuela, sólo lo creemos hasta que nos pasa o lo vemos de cerca. La virtualidad de los medios de comunicación nos enajena de las realidades. La verdad se oculta y se desoculta a conveniencia, en palabras de Gadamer. Veremos qué pasa.




[1] No del nacionalismo político, ese es un nivel muy primitivo.

7.22.2010

La vuelta al fútbol en veintiún clubes


Estaba a punto de subirse a un avión para hacer la pretemporada en Mar del Plata con River Plate de Argentina y sin previo aviso tomó un vuelo a España. Había jurado fidelidad al equipo y al nuevo técnico que lo tenía como un efectivo y veterano delantero que podía darle experiencia a los jóvenes argentinos.
En silencio llevaba varias semanas buscando una oferta que superará al menos por un dólar (como una licitación, pero hacia arriba) lo que ganaba en el club  de Buenos Aires. Todos se sorprendieron, pero ya sabían de su historial, de “loco”  sólo el apodo. Deberían decirle el “vivo”  o “el cuerdo” Abreu. Algunos le deben decir el infiel, el pesetero, el sin club, el hipócrita, el demagogo, el iluminado, entre otros adjetivos sustantivados que califican a Sebastián Abreu.
Veamos, mirando el retiro, Sebastían Abreu se ha puesto la camiseta de 21 clubes, en algunos ha sido reincidente, y no entiendo como lo reciben de nuevo, debe ser un buen tipo, de esos que estafa con la sonrisa y no sabemos cómo lo hace. De los 20 equipos, tres veces pasó por Nacional de Montevideo, Tecos de México y  dos en River Plate, este último en ambas ocasiones con salidas sorpresivas: una a Israel (¿quién quiere jugar en Israel? Sólo un loco) y la última a la segunda división de España con la Real Sociedad.


Si tiene curiosidad de ver la lista de equipos, aquí va: Defensor Sporting (Uru, 1995-1996) San Lorenzo (Arg), Deportivo La Coruña (Esp.), Gremio (Bra.), Tecos (Mex), otra ves San Lorenzo, Nacional (Urg), Cruz Azul (Mex),  América (Mex),, Dorados (Mex), Monterrey (Mex), San Luis (Mex),, Tigres de la UANL (Mex),, River Plate(Arg.), Beitar Jerusalén, Real Sociedad y ahora Botafogo.
Abreu, dueño de su pase, hace lo quiere, en el fondo es un precursor de la libertad del jugador y comprendió que lo mejor de fútbol es rodar por muchos países, porque de traspaso en traspaso las tajadas se van acumulando,  como un trotamundos del fútbol es amado y odiado, más de lo último, deben tratarlo de desagradecido hasta que vuelve con su sonrisa de arrepentimiento, como quien no hace nada malo, él asegura su futuro como cualquier mortal.
            De Abreu podemos deducir que es un jugador que lee bien las letras pequeñas de los contratos y si bien ha cosechado dinero en sus viajes por el fútbol, también ha cosechado poco de esas cosas que en el fondo es lo más deseado por un jugador: títulos, veamos: Defensor Sp en 1995, Nacional en cinco ocasiones, donde sabemos hay torneos cortos: 2001, 2003, 2004, 2005, San Lorenzo en 2001 y River Plate en 2008, todos en el río de La Plata.
En su posición como delantero centro ha sido efectivo (¿oportuno?) según las estadísticas,  su cuenta personal 264 goles en 457 partidos, un promedio de 0.57 por juego, y 27 goles en la selección Uruguaya en 44 encuentros.


Algo queda en evidencia, la regularidad y el éxito de los futbolistas se fundamenta en la estabilidad, primero la emocional, que por extensión se traduce en buen juego. A los futbolistas solteros les cuesta la disciplina deportiva, y la distracción (mujeres, alcohol, drogas, vida nocturna: Ronaldo, Cassano, Robinho, Adriano, entre muchos) tiende a mermar las posibilidades del rendimiento deportivo en una carrera tan corta.
El Loco volverá con su sonrisa a Uruguay para finalizar su carrera es posible que ande tras algún record, inspirado en algún viaje de Julio Verne, a la luna quizá o Sudáfrica, para marcar un gol con sangre fría, o con sangre de loco para pasar a semifinales. Veremos qué pasa.


7.09.2010

Semana cuatro: El otro Mundial, el mismo


Hace un año conversé quince minutos con Horacio Elizondo. Es lo más cerca que estaré de Zidane, y hasta ahora lo más cercano a un árbitro histórico de un mundial: expulso a la estrella el día de su retiro en el fútbol. Comprendí que la justicia deportiva en el fútbol de hoy es para otro juego, el fútbol es un juego injusto y por eso a verlo, nos congela.
            No todos podemos ir a los Mundiales, hay un Mundial que se crea para el resto del mundo, primero el de las quinielas, luego el Mundial de los equipos eliminados.
A estas alturas, los juegos escasean por la lógica del torneo de ir eliminado en busca de un campeón, y en esa frecuencia, se llena de noticia basura, donde persiguen a los técnicos, a lo que reciben con aplausos, a los que se esforzaron y eliminaron algún equipo de ranking FIFA mayor, a los que no quieren renunciar, paulatinamente mientras todo eso se da, los anuncios de negociaciones y transferencia de jugadores comienzan a ser más frecuente, que si Di María al Madrid, que si Toure al Manchester City, que si de Argentina a México, de México a Turquía, de Turquía a Francia, de Paris a Madrid, de Madrid a Liverpool. Bancos, conversaciones, transferencias, créditos, plazos de pago, se habla de millones con mucha facilidad, para no ser descarados omiten los ceros: 10 o 30, son multiplicados por millones.

            Entre Ciudad del Cabo y Johannesburgo se mueve la información, quien la captura la hace noticia mientras no  hay juego, si hay noticia hay sintonía, lectura en internet, fotos esplendidas. Ese es nuestro Mundial, el de la televisión, de los esperanzados en las quinielas, pero el otro Mundial, el mismo, se maneja en silencio, con cautela, sin escándalos: pactos de hombres de fútbol. Es un juego de caballeros, por eso al final, los jugadores se saludan, se abrazan, como compañeros de guerra lúdica.
            Un testimonio de Carlos Salvador Bilardo, suerte de García Márquez del fútbol (si no le sucedió a él, entonces se lo contaron). Ha dicho en reiteradas veces que la mayoría de jugadores argentinos que en fueron a Italia 90, se quedaron en Italia, en su mayoría, y otros fueron transferidos a otros países de Europa. La razón era muy sencilla, como el Mundial es un gran mercado de jugadores que están encerrados en concentraciones aisladas, en restaurantes de lujo y también aislados, se reunían a dirigentes y apoderaros. En el Mundial van todos a la gran compra y venta, un mercado deportivo: el escenario es la cancha. Pero en algún momento se reúnen todos: jugador, apoderado y dirigente deportivo.
            A medida que avanza el torneo, el jugador se cotiza, y el premio mayor es quién se queda con el mejor jugador, el mejor de la final, el más importante del torneo. Si es de un club grande, su contrato se revalúa, si es de otro tipo de equipo, como el Atlético de Madrid o la Universidad Católica o el Udinese, entonces estamos frente a una gran cotización, y a una gran negociación, nadie saldrá perdiendo.
El relato de Bilardo confirma que este otro Mundial, es el mismo, el del mercado deportivo, el de la televisión y las marcas de consumo masivo, el del juego, el de las esperanzas, de los asistentes, el mal jugado, defensivo, especulativo, el que nos dice que todo juego perdido es una derrota en cadena, el que nos dice que cada triunfo se traduce en dinero.
Así es el Mundial, es cosa de aglomerar todas las virtudes en un solo equipo. Distinto a ser el mejor. Veremos qué pasa.


7.02.2010

Semana tres: figuras, no figuras, censura y kirsch


Lo peor de la justicia, es la injusticia. Roberto Rosetti, es un claro ejemplo de este principio de contradicción. Tuvo la posibilidad de pasar a la historia del fútbol como el primer árbitro del mundo en utilizar una repetición de una jugada para hacer justicia deportiva, que al fin y al cabo es la labor de un árbitro. Dudó y prefirió ignorar la repetición, convirtiendo la victoria de Argentina, en un triunfo con una fuerte dosis de ilegitimidad. De seguro sería el fin final de su carrera, pero pasaría a la historia por abrir el debate y generar jurisprudencia a un tema que la ortodoxa FIFA se niega a hacer.
            En medio de un Mundial que ha levantado su nivel, ese sábado de agonía para México, lo fue también para Inglaterra. En el segundo caso, los árbitros uruguayos no pudieron ver lo que sí pudo todo el estadio: dejaron a Inglaterra sin el empate y después continuó el festival de goles alemanes.
            En el caso argentino, recordemos que están acostumbrados a jugar (y a veces ganar) con desplazamientos sublimes a lo ilegal: en Argentina 78, compraron un juego y Kempes detiene un gol holandés con la mano, en México, otra vez la mano pero para hacer un gol, en Sudáfrica, la primera anotación en fuera de juego (destacable la autosuficiencia de los jugadores argentinos, es la única selección que juega sin técnico).
            En el caso de Inglaterra hay un antecedente que pertenece a otras dos selecciones: también en México 86 en el encuentro entre Brasil y España, Michel, aquel jugador de Real Madrid, hoy técnico de Getafe, vivió la misma experiencia: la pelota entro y salió. Al final los suramericanos ganaron el juego por la mínima diferencia. 
            La diferencia de este anecdotario respecto al papel del italiano Rosetti (pre-argentino) fue la repetición en el estadio como prueba de la irregularidad del gol, ante quizá la regla más extraña de este deporte, que intenta generar equilibrio entre los dos equipos, una visible muestra de la caballerosidad inglesa en el origen del  fútbol.  Los asistentes a los estadios, están censurado, no pueden ver las repeticiones. Toda censura intenta ocular una verdad.
Por otro lado, el kirsch nunca ha podido manifestarse mejor mediante todos los tatuajes que muestran los jugadores, una moda impresa en la piel, sospecho que es el resultado de otras tantas prohibiciones y censuras de FIFA: anillos, cadenas, pulseras, sarcillos, quitarse las franelas, mostrar mensajes. Lógicamente no deja de ser parte del kirsch del fútbol actual (basta ver la película mexicana Rudo y Cursi (Cuarón, 200) con Gael García Bernal y Diego Luna, de la que hablaremos en otra entrega).

El kirsch local se ve en dos facetas: los goles de harina Pan y las trasmisiones a centros comerciales o una plazas públicas de las televisoras caraqueñas al finalizar el encuentro, donde una masa de fanáticos se desagarran por los colores de otros países, una vergüenza a la identidad cultural. Veremos qué pasa.