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7.09.2010

Semana cuatro: El otro Mundial, el mismo


Hace un año conversé quince minutos con Horacio Elizondo. Es lo más cerca que estaré de Zidane, y hasta ahora lo más cercano a un árbitro histórico de un mundial: expulso a la estrella el día de su retiro en el fútbol. Comprendí que la justicia deportiva en el fútbol de hoy es para otro juego, el fútbol es un juego injusto y por eso a verlo, nos congela.
            No todos podemos ir a los Mundiales, hay un Mundial que se crea para el resto del mundo, primero el de las quinielas, luego el Mundial de los equipos eliminados.
A estas alturas, los juegos escasean por la lógica del torneo de ir eliminado en busca de un campeón, y en esa frecuencia, se llena de noticia basura, donde persiguen a los técnicos, a lo que reciben con aplausos, a los que se esforzaron y eliminaron algún equipo de ranking FIFA mayor, a los que no quieren renunciar, paulatinamente mientras todo eso se da, los anuncios de negociaciones y transferencia de jugadores comienzan a ser más frecuente, que si Di María al Madrid, que si Toure al Manchester City, que si de Argentina a México, de México a Turquía, de Turquía a Francia, de Paris a Madrid, de Madrid a Liverpool. Bancos, conversaciones, transferencias, créditos, plazos de pago, se habla de millones con mucha facilidad, para no ser descarados omiten los ceros: 10 o 30, son multiplicados por millones.

            Entre Ciudad del Cabo y Johannesburgo se mueve la información, quien la captura la hace noticia mientras no  hay juego, si hay noticia hay sintonía, lectura en internet, fotos esplendidas. Ese es nuestro Mundial, el de la televisión, de los esperanzados en las quinielas, pero el otro Mundial, el mismo, se maneja en silencio, con cautela, sin escándalos: pactos de hombres de fútbol. Es un juego de caballeros, por eso al final, los jugadores se saludan, se abrazan, como compañeros de guerra lúdica.
            Un testimonio de Carlos Salvador Bilardo, suerte de García Márquez del fútbol (si no le sucedió a él, entonces se lo contaron). Ha dicho en reiteradas veces que la mayoría de jugadores argentinos que en fueron a Italia 90, se quedaron en Italia, en su mayoría, y otros fueron transferidos a otros países de Europa. La razón era muy sencilla, como el Mundial es un gran mercado de jugadores que están encerrados en concentraciones aisladas, en restaurantes de lujo y también aislados, se reunían a dirigentes y apoderaros. En el Mundial van todos a la gran compra y venta, un mercado deportivo: el escenario es la cancha. Pero en algún momento se reúnen todos: jugador, apoderado y dirigente deportivo.
            A medida que avanza el torneo, el jugador se cotiza, y el premio mayor es quién se queda con el mejor jugador, el mejor de la final, el más importante del torneo. Si es de un club grande, su contrato se revalúa, si es de otro tipo de equipo, como el Atlético de Madrid o la Universidad Católica o el Udinese, entonces estamos frente a una gran cotización, y a una gran negociación, nadie saldrá perdiendo.
El relato de Bilardo confirma que este otro Mundial, es el mismo, el del mercado deportivo, el de la televisión y las marcas de consumo masivo, el del juego, el de las esperanzas, de los asistentes, el mal jugado, defensivo, especulativo, el que nos dice que todo juego perdido es una derrota en cadena, el que nos dice que cada triunfo se traduce en dinero.
Así es el Mundial, es cosa de aglomerar todas las virtudes en un solo equipo. Distinto a ser el mejor. Veremos qué pasa.


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