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Crónicas y series fotográficas de José Alexander Bustamante

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6.26.2010

Semana dos: sorprendidos, clasificados y ambiguos


De los tres juegos de la fase de grupos, es evidente que sólo el segundo es el que intenta dar una muestra de ganas por buscar el arco contrario, que a fin de cuentas es el objetivo de este juego.
El primer encuentro lo absorbe la expectativa y la presión mediática, el primer juego tiende a ser una faceta que evade cualquier tipo de análisis, es una falsa muestra que necesita de ese segundo encuentro para mostrar, ratificar y en la mayoría de los casos rectificar.
            El tercer encentro es el de las calculadoras, los arrepentimientos, el desespero, el del desgano y en algunos casos de suspenso, el de ayudar a los favoritos. Si lo miramos sin particularidades, es un juego que sobra. Deberá ser un cambio para futuros mundiales, grupos de tres y partidos de octavos de final a ida y vuelta para que se le devuelva la emoción al Mundial y evitar que la prensa juegue con los lugares comunes: “en octavos de final comienza el Mundial”. Comenzó con las eliminatorias.
Las sorpresas pertenecen casi siempre a los dos primeros juegos, en el tercero, eventualmente están los sorprendidos, aunque por suerte no es una constante.


Del grupo de los sorprendidos: Italia (siempre justificada porque empataba, ahora recibe la lección a la mezquindad), la  recién nacida Eslovaquia, diferente a Eslovenia, que es otro país (celebro como si hubiesen ganado  la final, para ellos ya terminó el torneo), Francia  (superada por la “mano” de un fanático de los astros), Nueva Zelanda (eliminada invicta) y los representantes africanos, que  llegaron en su peor nivel, de norte a sur: Sudáfrica como anfitrión se quedó al inicio, apenas Ghana, selección que clasificó perdiendo (como México), de resto, todos quedaron sorprendidos con su juego y los resultados, demostrando que el fútbol africano produce grande jugadores (Drogba, E´too), pero pequeñas selecciones.
Del lado de los clasificados, los equipos de Suramérica llegaron todos a los octavos de final, lo que demuestra que jugadores y selecciones conforman equipos competitivos: Paraguay: nunca ha estado más convencido que el mejor ataque es la defensa. Uruguay: intenta quitarse la herencia histórica con su juego de tropezones (que ellos llaman garra). Brasil: es el mejor equipo suramericano de estilo alemán (Dunga es el mejor técnico en limitar el talento). Argentina: juega con doce jugadores (el Ego), no saben lo que hacen, pero han logrado ganar, son el mejor reflejo de su técnico. Chile: es el más ofensivo, aunque no es favorito porque hace pocos goles. España (¿o el Barcelona?) tiene los mejores jugadores, si no salen campeones tendrán que esperar veinte años más para ser candidatos firmes.


Un tercer grupo, ambiguo, entre sorprendidos y clasificados lo conforman Portugal, donde su estrella Ronaldo, no sabe otra cosa que mirarse al espejo y se olvidó de jugar. Estados Unidos (que cada vez es menos sorpresa), Japón y Corea del Sur (nadie sabe cómo llegaron, pero ahí están) y el clásico de Europa entre Inglaterra y Alemania (casi siempre ganan los alemanes). Veremos qué pasa.







6.18.2010

Semana uno: sueño, vuvuselas y lágrimas


El primer síntoma de aburrimiento de un partido de fútbol, antecedido por  un bostezo, es el sueño. Cuando comenzábamos a sentir la pesadez de los parpados es que la emoción del juego aun no ha llegado. Luego y como un acto de respeto, si estamos en casa, tomamos café, hacemos alguna llamada breve, pensamos en lo que haremos al terminar el partido, miramos el reloj con ganas de salir a hacer algo más importante. Cuando sentimos que estamos perdiendo el tiempo, estamos frente a un juego malo. Si hacemos una siesta, debemos tomarlo como una forma de protesta.
            La estandarización de la forma de jugar el fútbol (diferente a globalización) es la primera valoración de este Mundial de Sudáfrica. Una conclusión apurada diría que todos juegan igual y una más explosiva, que juegan igual de mal.
Los escasos goles, la gran cantidad de empates, comienzan a mostrarnos un espectáculo que llena a toda la sociedad de expectativas y con el paso de los días ha mostrado poco y que salvo algún inoportuno que quiera jugar bien, las sorpresas se darán desde juegos como el de España-Suiza, desde una jugada más llena de fortuna y azar que de táctica y estrategia. O goleadas dudadas como la de Argentina.
La simpleza de los esquemas de juego (diferente a sencillez) está modelada por el fútbol europeo. La mayoría de quienes participan en la Copa juegan en esa zona del mundo, desean jugar allí o están influenciadas por los torneos de Inglaterra en el mejor de los casos o de España e Italia como malos ejemplos. Ni hablar de la poca calidad y competitividad de Alemania, Francia y el rosario de ligas menores como Holanda, Bélgica, Portugal, Grecia o Turquía, entre otras.
Estamos viendo una pobre versión del modelo de fútbol europeo, se impone desde el resultado, desde equipos ordenados que atacan poco. De jugadores denominados “estrellas”, donde el talento es superado por el marketing. Sin dejar de acusar el cansancio que trae la mayoría, donde han jugado casi un centenar de partidos y vienen de lesiones prolongadas.
Sudáfrica en una semana nos ha mostrado un fútbol estándar y muchas siestas, una cosa va con la otra. Pensar que algo diferente suceda en estas tres semanas restantes es una apuesta de fe a la voluntad de una tendencia que se ha marcado: fútbol aburrido, con la excepción de Chile.
Desde el  contexto, las vuvuselas (made in China) y las lágrimas de Jong Tae-Se, son dos de las notas recordadas. Las primeras, un patrimonio cultural que provoca un zumbido insoportable, que gracias a Diego Forlán (y no a Uruguay) han sido parcialmente silenciadas.
La segunda, conmovieron a muchos, en un inesperado acto de identidad que mezcla sentimientos familiares y políticos, en todo caso, en una semana es la cara nueva del fútbol, más por el llanto que por lo que hizo en  la cancha o quizá lloraba por la pobreza futbolística que estaba viendo, incluyendo la de Brasil. Veremos qué pasa.


 

6.11.2010

Los héroes



Es un estado de guerra desde lo deportiva. La  despedida de la selección chilena transmitida en vivo por TV Chile brindaba esa escena singular: más de dos mil personas esperando el autobús de su selección, la gente cantando, en una euforia  masiva radicalmente nacionalista.
El autobús estampado con pequeños, pero cientos de logos de Coca Cola, atravesó en la noche de Santiago las avenidas de la capital. En el recorrido, todo en vivo por la televisión se veía la gente con banderas o simplemente saludando a un grupo de sujetos que apenas asoman sus caras y lo que suponen son sus representantes nacionales que amanecerían al día siguiente en otro continente.  
Viajaba el autobús como ave en busca de su nido: al aeropuerto, allí estaban, algunos miles, obstaculizando todo, a punto de romper el control de los agentes de seguridad. Brevemente comienzan a bajarse los jugadores, apenas aprecian aquel bullicioso ambiente. La música melancólica de despedida la emitía una banda militar. Los periodistas se resignaban a ver pasar a sus héroes nacionales sin  poder sacarles grandes palabras.
Minutos antes, desde el interior del autobús, con aire frío y silencioso, los jugadores seguramente comentaban lo que veían: alguna mujer bonita, descifraban los textos de pancartas y carteles, fotografías, gente adulta con miradas de esperanza, desde adentro de ese autobús solo  veían gestos, el ruido y la algarabía es cosa de la calle, la selección sólo tiene derecho al sombro, a la sonrisa, al saludo y a esa responsabilidad en forma de despedida.
En cierta medida no entienden nada, es como si eso no fuera con ellos, saben que entre cada rostro y ellos hay una muralla invisible, que no pueden estar  juntos  aunque estén tan cerca.
Después que ingresaron al aeropuerto, la masa chilena comenzó a cantar su himno nacional, y en un encuentro social y nacional, la banda que antes entonaba una melódica, aburrida y melancólica música, ahora comenzaba a acompañar  el canto de guerra que es realmente lo que pretende todo himno nacional.
En ese orgasmo del sentimiento deportivo, confundido entre los gritos a los héroes, al amor del espacio imaginario llamado patria, ahora con atavíos de jugadores de fútbol, como héroes designados se irían, se despedían, volarían, atravesarían el océano.
 Los chilenos, como cada una de las selecciones que estarán en el Mundial, en todos los mundiales, en mayor o menor medida, han sorteado un evento similar: la despedida.
Será solo cuestión de días para verlos regresar. En la medida en que el regreso se retrase, el encuentro con la gloria estará más cerca. Paradójicamente es una despedida que añora el regreso tardío.
Los héroes están signados por un destino irreversible, en el tránsito a la victoria cultural estarán los obstáculos a vencer, los que medirán sus fuerzas, construíran el rasgo del héroe que es su valor, su entrega a su destino desde el juego, desde el fútbol. Veremos qué pasa.





El Samurái de Los Andes bautiza Cinco novelas en miniatura


Además, antes de su viaje a Japón, nos dará una micro clase de cómo hacer un currículo vitae en cinco palabras.
Alejandro Padrón develará el secreto de su computador personal blanco y el gran Diomedes Cordero nos explicará que la vida en Barcelona es un estado regional.

¡Imperdible!

6.04.2010

Invictus


La visibilidad de Sudáfrica gracias al Mundial de Fútbol hace que la película Invictus (Clint Eastwood, 2009) tenga pertinencia para conocer parte del pasado político-deportivo de ese país. Dejemos claro que si bien el tiempo es cíclico como lo pensaban los mayas, los momentos son únicos.
            La historia del film es sencilla, predecible y heroica, basada en el libro de John Carlin de nombre Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation, revive el triunfo como local de la selección nacional durante la Copa Mundial de Rugby de 1995 y cómo la relación, por un lado, entre Nelson Mandela (Morgan Freeman), Presidente en aquel momento, con un pasado  político de casi tres décadas en prisión, y del otro lado, el jugador y capitán de la selección de Rugby François Pienaar (Matt Damon), referente deportivo de aquel país.
Partiendo que el Rugby es el deporte más seguido y popular en Sudáfrica, pocos apostaban a que ese equipo saliera campeón. Más allá de querer revivir glorias del pasado con la esperanza de repetirlas (véase el caso Maradona y Argentina), la tensión narrativa se centra en el interés desde el deporte de Mandela por llevar la armonía social del país, en una suerte de reconciliación necesaria, dejando de lado el pasado, su pasado, en especial y haciendo uso de eso que para nosotros es demagogia: primero el país antes que el Presidente. La historia deja explicito el interés del poder en acercarse al deporte como una vía de agraciarse con la sociedad, de elevar los rangos de popularidad, de establecer vínculos de entendimiento desde la diferencia.


Si miramos los grandes eventos deportivos, en el pasado reciente y lejano, no nos debe extrañar que en muchos casos los presidentes son estrellas centrales, es especial los militares, los fascistas y los populistas (¿toda la clase política?) Y tanta presencia del poder en algunos casos se pone en duda los resultados deportivos, en especial en los equipos locales.
Si agregamos los convenios comerciales, vemos cómo cada día, los triunfos deportivos son más blandos en su credibilidad. Ignoro si fue el caso de Sudáfrica y su Mundial de Rugby. En todo caso, queda relevante la presencia del poder y su influencia del éxito deportivo en la sociedad. Una vía de acceso a la opinión pública, desde la bondad y la falsa pureza e imparcialidad del evento deportivo.

La moraleja de la película podemos centrarla en la relación poder y deporte, como mecanismo mediador de los interés ideológicos. Desde el film, Mandela observa que con el deporte la sociedad se reunía de forma espontanea y de tolerancia racial y social. Comprendió que era un mecanismo de reconciliación.  Evidencia la diferencia entre un premio Nobel el de la Paz y un líder político. El primero es un luchador social con conciencia plena de su responsabilidad, el segundo es un interesado en los objetivos electorales, partidistas y personales. La unión de los dos es casi una utopía, no por el premio de la paz, sino por la lucidez de conciencia social que debería tener todo político al momento de encarar sus responsabilidades. La reconciliación social es necesaria en toda sociedad, Mandela nos da su ejemplo, Invictus es una buena forma de acercamos a su ideología, de comprender al político en su intimidad, en su soledad, en sus miedos. Veremos qué pasa.