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6.24.2011

River, Riber


Por José Alexander Bustamante-Molina

Una crisis es el resultado de los desaciertos. En la medida que la proporcionalidad de la de políticas socaven las bases de la institución, pueden dar resultados que en el peor de los casos  llegarán hasta el fondo. La de River parece inevitable.

Si River Plate desciende, con seguridad será una de las conmociones más importante del fútbol suramericano, y lógicamente del ego argentino, con precedentes lejanos. Superior al fracaso de la selección argentina en los últimos mundiales.

El Mundial es una oportunidad cada cuatro años, la segunda división es una condena.

Pero cuidado, Boca tampoco anda bien. Los dos clubes empresas del fútbol argentino comienzan a pagar el descuido de los valores deportivos por los mercantilistas.

Esa alteración del orden institucional,  es causada, principalmente por las ya conocidas cifras que se manejan en lo relacionado los contratos a los jugadores y todo el entramado económico que se teje.

En River Plate el talento futbolístico se valora dentro y fuera de la cancha, llegó a jugar cualquiera.

La crisis de River es la del fútbol.   El deterioro de la institución se percibe en toda crisis. Ya la liga española comienza mostrar fisuras.

No será ni el primero ni el último. En todo caso, toda crisis es de tiempo limitado, el asunto está en que no se prolongue, que no la tome una inercia que apunte al caos. 

La segunda división es un campo difícil para la crisis, un escenario para las urgencias, para solventar a la institución, tiempo de renovar las políticas.

La tensión en el estadio Monumental para quienes estén en la cancha en el partido de vuelta, será una situación límite que para muchos puede ser motivo de envidia. 

Para los jugadores, mejor no imaginárselo. Lo primero que les sacarán en cara será el monto de los contratos. Y de ahí subirán los insultos hasta el palco vip de la directiva. 

En una prolepsis de relato, luego vendrán las protestas en la calle y los medios haciendo carnaval de la desgracia, un tango. De ahí en adelante quedará en manos de pocos, y del azar. Como un cuento de Cortázar, de múltiples finales.

Veremos qué pasa.